Una de piratas
Joan manuel serrat
Todos los piratas tienen un temible bergantín, con diez cañones por banda y medio plano de un botín, que enterraron a la orilla de una playa en las Antillas. Todos los piratas tienen un lorito que habla en francés, al que relatan el glosario de una historia que no es la que cuentan del corsario. Ni tampoco lo contrario. Por un quítame esas pajas te pasan por la quilla. Pero en el fondo son unos sentimentales, que se graban en la piel a la reina del burdel y se la llevan puesta a recorrer los mares. Marchando una de piratas... Larga vida y gloria eterna. Para hincarles de rodillas hay que cortarles las piernas. Todos los piratas tienen atropellos que aclarar, deudas pendientes y asuntos de los que mejor no hablar. Se beben la vida de un trago y se ríen con descaro. Hasta que un día, temblando en la popa de un velero, la encuentran, y traicionando la ley del filibustero, no reclaman el rescate y rehuyen el combate. Cuando los piratas son hombres enamorados de una piel que huele a jazmines, rompen promesas con sus hermanos de ayer y huyen al amanecer rumbo a un puerto que aún no ha puesto precio a su cabeza. Marchando una de piratas... Nadie doblegó su espada y bastó una mujer hermosa para cortarles las alas.
No hay historia de piratas que tenga un final feliz. Ni ellos ni la censura lo podían permitir. Por la espalda, en una esquina, gente a sueldo los asesina.
No hay historia de piratas que tenga un final feliz. Ni ellos ni la censura lo podían permitir. Por la espalda, en una esquina, gente a sueldo los asesina.
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