Un día raro
Victor manuel
Hoy es un día raro, muy extraño
He salido a la calle
Y es el viento quien me trae un olor a malvarrosa
Y mientras barre el suelo
Me recita versos el portero...
Hoy es un día raro:
Nunca volaron los pájaros tan bajo,
Ni ensuciaron con tanta desvergüenza las estatuas...
Hoy es un día extraño:
En toda la ciudad no he visto un solo guardia.
Sentíase la gente feliz
Que el ilustre ayuntamiento
Ha prestado gentilmente su cuerpo de bomberos
Para colaborar en el reparto de alfileres,
Y la gente se pinchaba en las nalgas
Para remediar tanta felicidad.
A eso de las diez, por la gran vía.
Una manifestación de funcionarios del estado
Reparte caramelos a los niños.
Totalmente indiferentes,
Calibran la imbecilidad de sus mayores.
Me senté en una terraza avergonzado,
Porque no era capaz de sonreír, y alguna gente
Comenzaba a señalarme con el dedo.
Había camareros, varios cientos,
Con tartas de merengue en las manos
Que arrojaban a sus dueños,
Haciéndoles patente su desprecio.
Yo decidí, al ver mi resistencia a sonreír,
Refugiarme en el metro:
Lo adornaban con guirnaldas de chocolate y menta
Había música y bailaban las parejas
Así que el consejo, reunido de urgencia,
Decidió apagar las luces
Y lo que dios quisiera que así fuera.
En esto desperté: vomitaba
Tenía zanahorias en la mano y gardenias en el pelo.
He salido a la calle
Y es el viento quien me trae un olor a malvarrosa
Y mientras barre el suelo
Me recita versos el portero...
Hoy es un día raro:
Nunca volaron los pájaros tan bajo,
Ni ensuciaron con tanta desvergüenza las estatuas...
Hoy es un día extraño:
En toda la ciudad no he visto un solo guardia.
Sentíase la gente feliz
Que el ilustre ayuntamiento
Ha prestado gentilmente su cuerpo de bomberos
Para colaborar en el reparto de alfileres,
Y la gente se pinchaba en las nalgas
Para remediar tanta felicidad.
A eso de las diez, por la gran vía.
Una manifestación de funcionarios del estado
Reparte caramelos a los niños.
Totalmente indiferentes,
Calibran la imbecilidad de sus mayores.
Me senté en una terraza avergonzado,
Porque no era capaz de sonreír, y alguna gente
Comenzaba a señalarme con el dedo.
Había camareros, varios cientos,
Con tartas de merengue en las manos
Que arrojaban a sus dueños,
Haciéndoles patente su desprecio.
Yo decidí, al ver mi resistencia a sonreír,
Refugiarme en el metro:
Lo adornaban con guirnaldas de chocolate y menta
Había música y bailaban las parejas
Así que el consejo, reunido de urgencia,
Decidió apagar las luces
Y lo que dios quisiera que así fuera.
En esto desperté: vomitaba
Tenía zanahorias en la mano y gardenias en el pelo.
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