Al borde del principio
Adolfo celdrán
No digáis que no es tiempo
porque no es cierto.
No me digáis que aún no
porque no es cierto.
No digáis que la puerta
sigue y sigue cerrada.
La puerta la formamos
nosotros, nuestros cuerpos.
La puerta es aire
y viento y vendavales.
La puerta es el principio
que estuvo siempre abierto.
Desde el suelo, la furia
de un corazón de hermano
nos dice que aún le duelen
las entrañas del alma.
Sus ojos, iracundos,
amorosos, dolientes,
nos conviertan en viento
que barra los establos.
Es un pleno de Abriles.
Tengo, tenéis, tenemos,
tendremos ese día
un encargo importante:
Hay que verlo por él
que vive entre tus manos,
que mira por tus ojos,
que grita con tus labios.
Que sus ojos, sus manos,
sus gritos y sus labios
nos los cedió de un golpe
por desamordazarnos.
Miguel, aquí nos tienes
con tu viento y tu canto.
Llegó lo que abonaste
sembrándote en el campo.
Miguel, este es el día
irremediable y tuyo.
Miguel, Miguel, amigo,
compañero y hermano.
Ven con nosotros, toma
posesión de tu sueño.
Regresa de la espera,
aprieta nuestras manos.
Mis manos, impregnadas
de tizas y de cantos.
Nuestras manos crispadas
de esperar tanto.
Ven a ocupar tu puesto.
Ven, Miguel. Empezamos.
porque no es cierto.
No me digáis que aún no
porque no es cierto.
No digáis que la puerta
sigue y sigue cerrada.
La puerta la formamos
nosotros, nuestros cuerpos.
La puerta es aire
y viento y vendavales.
La puerta es el principio
que estuvo siempre abierto.
Desde el suelo, la furia
de un corazón de hermano
nos dice que aún le duelen
las entrañas del alma.
Sus ojos, iracundos,
amorosos, dolientes,
nos conviertan en viento
que barra los establos.
Es un pleno de Abriles.
Tengo, tenéis, tenemos,
tendremos ese día
un encargo importante:
Hay que verlo por él
que vive entre tus manos,
que mira por tus ojos,
que grita con tus labios.
Que sus ojos, sus manos,
sus gritos y sus labios
nos los cedió de un golpe
por desamordazarnos.
Miguel, aquí nos tienes
con tu viento y tu canto.
Llegó lo que abonaste
sembrándote en el campo.
Miguel, este es el día
irremediable y tuyo.
Miguel, Miguel, amigo,
compañero y hermano.
Ven con nosotros, toma
posesión de tu sueño.
Regresa de la espera,
aprieta nuestras manos.
Mis manos, impregnadas
de tizas y de cantos.
Nuestras manos crispadas
de esperar tanto.
Ven a ocupar tu puesto.
Ven, Miguel. Empezamos.
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