Adolfo celdrán

El pueblecito

Adolfo celdrán
Era un pueblo pequeñito
lejano de la ciudad
donde el sol sabe a trabajo
y la lluvia sabe a pan.
Las muchachas a manzana
(como dijo algún juglar),
era, en fin, un pueblecito
que nadie quiso cantar.
Las casas eran de adobe
de color todas igual
era el suelo color tierra
(era suelo natural).
En el corral las gallinas,
el cerdo (¡qué gordo está!)
y si el mulo no descansa
luego no trabajará.
En la iglesia, una campana
llama al hombre a trabajar.
Terrones de tierra abierta
pronto lo recibirán.
El sol, unas sombras largas
contra el suelo aplastará.
Sombras de bestia y de hombre.
Sombras que vienen a arar.
Más allá una sombra breve
(sombra de mujer, quizás)
va sembrando la simiente
que luego germinará.
Mientras los hombres trabajan
la tierra madre del pan
los pequeños, en la escuela,
a escribir aprenderán
La mujer que queda en casa
los más chico cuidará,
lavará la ropa sucia
y preparara el yantar
Cuando el sol de vaya yendo
hombre y mulo volverán.
Al mulo, el corral lo espera.
Al hombre, lo espera el bar.
El vaso de vino tinto
las cartas, muy viejas ya
el que nunca dice nada
y el que no sabe callar.
El Nemesio, ya borracho,
volviéndoles a contar
de cuando estuvo en la guerra
(que estuvo de capitán).
- ¿Que tú envidas? pues yo paso.
- ¡Que se salen! - ¡A callar!
- Cuando yo estuve en la guerra...
- ¡Que nos vuelven a ganar!
- ¡Asturias, patria querida...!
- ¡Así no se "pué" jugar!
- ¡Otro tinto p'al Manolo
que es el que los va a pagar!
Uno a uno, poco a poco,
a descansar marcharán.
Que mañana, a la mañana
hay que volver a empezar.
Y esta es la vida, señores,
en este pueblo vulgar.
El que es pobre, tiene poco
el que es rico, un poco más.
El Alcalde es siempre el mismo,
como el cura y el del bar,
como el médico y el tonto
y el guardia municipal.
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