Alma desakatada
Marcela bublikPalabras conjuradas desde el fondo de los charcos.
Los días gastan suelas, no se calman, van buscando
respuestas en las plazas, los potreros y los patios.
Preguntas impacientes laten ya en los zaguanes.
Las lunas son testigos de lo que crece en las calles.
Si un sueño se termina, otro, en la vereda, arde.
Sin permiso, insolentes, las máscaras se caen.
Se entibian las ausencias: la esperanza está presente.
Si las manos se estrechan, duele menos lo que duele.
Y vamos, alma mía, no olvidemos ni un rincón:
nadie puede prohibir desacatar el corazón.
La lluvia borra el barro inaugurando frescas brisas.
El duende la despeina, las estatuas la deslizan,
sube a los colectivos, toca todas las bocinas.
Lo que es ahora, urgente, se levanta en cada esquina.
De tanta podredumbre nacen flores en las grietas.
Los pibes ya no duermen si no hay luna, la despiertan.
Las voces traen ecos de lo que no se silencia:
circulan por las murgas, las milongas y las peñas.