El sargento cinete
Zirrosis
El sargento Cinete
se encontraba inmerso
en una jornada de dura instrucción.
Enseñando como siempre
a sus reclutas algunos truquillos
de los cuales era gran conocedor
"La supervivencia en el monte"
-el sargento exclamó-
mientras de un arbusto
arrancaba unos frutos con ardor
"De estas moras mis reclutas
cuantas queráis podéis comer,
que son muy apetitosas
y no hay nada que temer".
"¡No coma eso, mi sargento!",
le grito muy fuerte un recluta
que eso que tiene en la mano
no son moras son macucas
"¡Cómo se atreve, soldado,
a mi saber poner en duda,
ahora mismo daré cuenta
de esta deliciosa fruta!"
El sargento Cinete cabreado,
muy molesto
y en su patrio orgullo herido
se trago más de cuarenta
de los frutos discutidos,
mientras increpaba a Gómez,
el soldado atrevido.
Sin haber comido el último
cambia la cara del sargento
que sintió todas sus tripas
retorcérselas por dentro,
retorcérselas por dentro.
Aguantando como un héroe
busca raudo un agujero
pero pierde en la batalla
y se caga todo entero.
Y así estuvo cinco días
yéndose muy bien por las patas
mientras todos los reclutas
de la risa se meaban.
Y ya le dije yo al sargento
que no se las diera de listo
que en mi pueblo
a más de cuatro tontos
ya les ha pasao lo mismo.
se encontraba inmerso
en una jornada de dura instrucción.
Enseñando como siempre
a sus reclutas algunos truquillos
de los cuales era gran conocedor
"La supervivencia en el monte"
-el sargento exclamó-
mientras de un arbusto
arrancaba unos frutos con ardor
"De estas moras mis reclutas
cuantas queráis podéis comer,
que son muy apetitosas
y no hay nada que temer".
"¡No coma eso, mi sargento!",
le grito muy fuerte un recluta
que eso que tiene en la mano
no son moras son macucas
"¡Cómo se atreve, soldado,
a mi saber poner en duda,
ahora mismo daré cuenta
de esta deliciosa fruta!"
El sargento Cinete cabreado,
muy molesto
y en su patrio orgullo herido
se trago más de cuarenta
de los frutos discutidos,
mientras increpaba a Gómez,
el soldado atrevido.
Sin haber comido el último
cambia la cara del sargento
que sintió todas sus tripas
retorcérselas por dentro,
retorcérselas por dentro.
Aguantando como un héroe
busca raudo un agujero
pero pierde en la batalla
y se caga todo entero.
Y así estuvo cinco días
yéndose muy bien por las patas
mientras todos los reclutas
de la risa se meaban.
Y ya le dije yo al sargento
que no se las diera de listo
que en mi pueblo
a más de cuatro tontos
ya les ha pasao lo mismo.
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