Otra vez
Juan trovaveo a ese tipo discreto dispuesto a salir,
enmarañado en el frío de este crudo invierno
sin encajar que me obliguen a sobrevivir,
y me adentro en una oficina, a morir.
Suena el teléfono, preguntan cosas absurdas,
desfilan los muertos vestidos con trajes de azul,
me siento, me quedo callado, me paro y observo,
qué pinto yo en todo esto, y dónde estás tú,
me transporto a tu cuello,
me pregunto si hoy vendrás por mí
a sacarme por fin y burlar este pálido infierno,
a llevarme desnudo en tus olas muy lejos de aquí,
a comernos despacio las horas a base de besos,
a sentarnos frente a frente y vivir.
Llega la noche y la luna me suelta el cabello,
hago equipaje de versos, me vuelvo feliz,
viajo entre cuerdas, desplazo la mente a mis dedos
y cada nota me canta recuerdos de ti,
mientras subo a un escenario a sentir.
Suenan acordes y ahora si veo mi reflejo
en el espejo que anuncia "hoy hay trovador",
llueven miradas, palabras, sonrisas, alientos,
cierro los ojos y pienso: mejor si estás tú.
Me transporto a tu lecho,
seguro que estarás allí
como sé que volver a tenerte es entrar en el cielo,
que no hay nada mejor que quedarse a vivir en tu pecho
me alojo en tu ser, y respiro tu piel y me encuentro
recostado en tu tiempo
y te canto "Si me pierdo", otra vez.